martes, 22 de febrero de 2011

DIA 9

Volví. Regresé. Pensé escribir muchas cosas mientras estuve de vacaciones, pero no recuerdo ninguna en particular, y si recuerdo alguna, ahora me parece insignificante (incluso cursi o tonta). No voy a contar qué sucedió mientras estaba de vacaciones, ni qué soñé ni qué imaginé ni qué recordé. Pero dejo señales, de humo, visibles pero fugaces. El viento las esparce, magnifica o desaparece. No me importa. Es un corazón irracional éste (sí, el que parece mío).
Sucedió, aconteció. Soñé, imaginé y también recordé a aquella nena que caminaba por allá, vagabunda, impaciente, enamoradiza, que se iba por el río cuesta arriba a encontrarse con más sueños, más fantasías, más recuerdos. Soñé con fantasmas. Imaginé piedras talladas. Reconocí breves instantes de felicidad. Algunos cuantos amoríos. Algunos cuantos veranos de niña, otros de adolescente, otros de mujer. Un paseo donde desfilaron lugares y momentos, secretos, encuentros para toda la vida o por un instante. Pero más que nada, intensidades que ya no voy a recuperar. Intensidades. Tensión e intención. Momentos de mí, de una desconocida, peligrosa cristina, que se inclinaba en los bordes de las piedras a mirar más allá de todo, de sí misma. Que se inclinaba en las orillas de un hombre para mirar más allá de él mismo. Que se tensaba para alcanzar los sueños más altos, los silencios más profundos, donde el río o la montaña estaban solos, donde ella y su corazón estaban solos.
Respiro tranquila. Los días se van adormeciendo en mi recuerdo pequeño, selectivo. Despierto a mi vida sencilla, de ser madre y protectora de nuevos sueños. Me levantan temprano las ideas para un nuevo año, nuevos esquemas, nuevos horarios, y misma yo, pero distinta. Menos peligrosa cada vez, pero siempre alumbrando nuevas maneras de intensidad, tensión e intención. Menos impaciente, pero siempre andando, andando por los bordes, por las orillas, buscando el cauce. Retornar a casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario